Esta mañana de domingo fui un vecino jovial para Humberto del tercero B de mi edificio, fui uno de izquierdas para una
pasajera muy elegante que miraba de reojos el Le Monde Diplomatique que yo estaba leyendo en el autobús, fui un poste que esquivó un
gorrión en pleno vuelo, fui un solitario apartado en plena lectura sentado en una
mesa de la terraza de El Retiro, un turista argentino para la camarera que me
tomó el pedido, un potencial cliente para una gitana que me regalaba la suerte
deseada a cambio de unas monedas, un hombre mayor y amable para unos niños a
quienes alcancé su pelota en pleno juego, un espectador para un trío de jóvenes que interpretaba Café Zimmermann de Bach, un proveedor para unas palomas que
estaban a la caza de algún resto de croisan, un idealista sedentario para unos
deportistas que daban zancadas intentando llegar no sé bien a dónde, un hombre
maduro y libre para un padre quejoso de sus tres críos llorones, y hasta el
suculento almuerzo para una hormiga.
La empatía del griego ἐμπαθής es la capacidad cognitiva de percibir, en un contexto
común, lo que otro individuo puede sentir.
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