Dado que el hedor de la corrupción sigue cotidianamente metiéndose por nuestros poros y que, en estos últimos tiempos, lo que han aprendido, es contratar los mejores bufetes de abogados para que los defiendan como aquellos legionarios romanos, vuelvo a editar este pequeño párrafo que he publicado hace unos años, para decirles que nosotros (somos la inmensa mayoría), también hemos aprendido, a no tenerles mas confianza, ni respeto alguno, ni a movernos un milímetro de nuestras convicciones.
Él se prepara para salir de casa, revisa dos veces que la
alarma quedó conectada, se adelanta a sacar el coche del garaje y sube su mujer
y su pequeña hija.
El vacío insoportable
En llegar a destino tarda 10 minutos como todos los
domingos, luego vendrá lo bueno, una buena comida en el restaurante que ya se
adelantó a reservar mesa el viernes su secretaria.
Está correctamente bien vestido, contento de la apariencia
de su imagen y la de su mujer. Se encaminan a la entrada de la iglesia, -le
gusta llegar sobre la hora, para ver desde atrás quiénes y dónde están sentados
sus amiguetes y aquellos que él conoce bien-, y se encaminan hacia los primeros
asientos libres. Aparece el cura para dar misa y todos se preparan para la
liturgia.
La imagen de su rostro se enfría y la seriedad se apodera de
él, mira la imagen de Cristo en la cruz con rostro serio y pensativo, muy pensativo, como
reflexionando sobre lo insípida y fugaz que es la vida.
Todos los políticos corruptos tienen fascinación con las
imágenes católicas y la trascendencia del alma. Lo que trata de olvidar por un
momento es que es él quien lleva una vida insípida y de engaño, de mentira y
banalidad, tan espuria como volátil.
Por la noche, se tomará un par de copas de whisky para poder conciliar
un sueño sin principios, ni dignidad ni fe.
Dedicado a los cientos de corruptos que aun andan sueltos.
Foto publicada en Facebook, desconozco su autor